miércoles, 14 de octubre de 2009

Valeria Bertuccelli: “Huí del humor”

La actriz habla de su carrera y de su trabajo teatral en Caperucita, un espectáculo feroz

Gracia, calidad, éxito, nada parece faltarle a Valeria Bertuccelli. Y eligió trabajar con amigas, bajo la dirección de alguien que admira. Lujo de pocos que ella hace natural. Con Alejandra Flechner y Verónica Llinás hace Caperucita, un espectáculo feroz en el porteño Multiteatro

-¿Qué es lo que la atrae de un proyecto?

–En este caso fue todo como de otra manera, aunque llega un punto donde es lo mismo: el libro y la historia. Alejandra (Flechner), Verónica (Llinás) y yo hacía un tiempo que decíamos: “tenemos ganas de hacer algo juntas pero no sabemos bien qué o con quién”. Y en un momento pensamos en Javier (Daulte). Yo venía pensando en él hacía mucho tiempo, había visto sus obras anteriores y me habían encantado, especialmente Estás ahí?. Y me quedé pensando que tenía muchas ganas de trabajar con él. Cuando nos juntamos las tres pensamos en Javier, así que lo llamamos. Verónica se encontró con él y le dijo: “tenemos ganas de trabajar juntas y con vos”. Y él dijo: “me encanta, déjenme pensar y hablamos”. En el segundo encuentro ya fuimos todas y nos contó que tenía una idea sobre Caperucita.

Obviamente dijo Caperucita y fue algo sorprendente. Pero dijo: “una madre tiene a su madre a punto de morir y no la va a ver; en su lugar manda a la hija, sabiendo que tiene que atravesar el bosque con todos los peligros que eso implica, y advirtiéndole incluso del lobo”. A mí eso me encanto. Por eso digo que en este caso no era el libro, pero en un punto es lo mismo, porque es una idea genial, más sabiendo que la va hacer alguien que a vos te parece genial. Nos dimos una especie de plazo, porque todos teníamos otros trabajos. Javier dijo que podía de acá a un año y medio. Y bueno: un libro, un director, un elenco, muchas veces algo queda rengo; en este caso está todo

-¿Un deseo a plazo fijo es medio difícil? Tenían que esperar un año y medio...

–Dijimos un año y medio, ¡paráaa que agarro la agenda!… Estaba por decir 2010, no sé en que año estoy, ¿es 2010 éste?

El despiste parece ser una de sus armas favoritas de seducción arriba del escenario, en este caso abajo: casual, como desde hace unos años se les dice a los viernes en algunas empresas para designar el día que empleados y jefes pueden asistir con vestimenta informal. Informalidad con toque inocente y plácido parece ser sello de fábrica actoral, virtud que le permite, en Caperucita, un espectáculo feroz, hacer de, precisamente, Caperucita cuando grande, y también de 9 años, en las escenas del recuerdo.

"¿2009? Ja ja, pero pasó muy rápido. Pero en mi caso eran unas ganas muy verdaderas. Hacía tiempo tenía ganas de hacer teatro, no cualquier cosa. A los actores les agarra una cosa de ‘tengo ganas de hacer teatro’, como el ejercicio que todo actor tiene que hacer, sino morís; de la tele ni hablar: la tele es la picadora de carne y el teatro es dónde esta la verdadera fibra. Y la verdad que a mí el teatro, si no es algo que me apasiona, que me den muchas ganas, que la obra sea como esto que me está pasando, me aburre mucho. Porque en cine siento que puedo zafar más: hay veces que me encanta y hay veces que si no, es increíble igual, le encuentro el gusto.
En el teatro me pasa que se me cae a pedazos.

–Caperucita roja surgió junto con otras historias en la segunda mitad del siglo XIX, cuando el avance de la industrialización traía nuevos peligros de los que había que resguardar a los niños.

-¿A qué peligros expone a los niños la Caperucita de hoy?

-De Caperucita abusan todos menos el lobo. Abusa la abuela, la madre; abusan de otras maneras. Como se abusa muchas veces de los niños: sin ser explícitos. ¿Viste que hay padres que dicen yo nunca le levante la mano a mi hija? Pero lo torturás psicológicamente, o abusás de otra manera. Y hoy me parece que es más fácil de abusar, se los usa como excusa, tipo “no puedo hacer tal cosa porque tengo hijos”, o se los abusa afectivamente.

No le sienta cómodo el juicio, antes que por no tenerlo o por no exponerse, porque no cree que su oficio y su fama la habiliten a tal cometido. El lugar no le gusta, pero como esas personas que parecen pedirse permiso a sí mismas para hablar, en el mejunje gramatical en el que se expresa dijo que el teatro la aburre.

–No, dije que el teatro me aburría cuando no era para hacer. Muchas veces voy a ver teatro y me encanta y lo paso genial, y muchas veces me aburre. No siempre el teatro es una experiencia mágica. Digo divertido no es sólo de risa, de hecho esta obra es dramática y medio inevitablemente cómica, pero no está buscado el humor. Lo que decía es que muchas veces me pasó que si no es algo que me interesa mucho, me aburre; me aburro al hacerlo

-¿Es algún cambio suyo o algo que tiene que ver específicamente con el teatro?

–Es algo que descubrí que me podía ocurrir. Muchas veces uno tiene trabajos que son maravillosos, que fue lo soñado y supera y más, y te vas feliz. Muchas otras decís: no es lo que me esperaba y no lo pasé tan bien; y otras es directamente un desastre. El teatro tiene esa parte. Yo hago una película maravillosa o pésima o lo que sea, y en dos meses, dos meses y medio la término y a otra cosa. El teatro tiene el deseo de que dure, tenés una rutina que cumplir, encontrarte durante muchos días y mucho tiempo si en el mejor de los casos perdura. Entonces, si no te ocurre todo eso es difícil de llevar. En cine uno puede saber que va a ser tremendo pero tiene un coto, en un momento termina

-¿Le pasó esto en alguna obra, de tener que salir porque ya no le daban ganas?

–Sí, me paso.

–Sin entrar en detalles, ¿cómo se hace para salir en esos casos?

–Justo ahora no me da para hablar de cómo salir de algo, estoy pensando en algo que me encanta. Pero no sé, creo que hay dos millones de formas diferentes; ir desarmando o alejándose, elegir otra cosa. Pero igual en el caos estoy muy contenta y me gusta mucho.
Sonríe a manera de licencia para no seguir con una respuesta. El periodista responde con sonrisa del mismo tenor para que complete algo que le resulta interesante. Bertuccelli concede. Que no es lo mismo que ceder (y acaso su carrera sea el mejor ejemplo).
"Cuando algo está muy bueno es difícil que se desarme, y cuando ocurre algo que no está bueno, un poco se desarma solo."

–¿Al empezar con el teatro le hablaron de planificar la carrera o le sugirieron que se dejara llevar por sus ganas e intuición?

–Nunca me hablaron de planificar la carrera, por suerte. Nunca de hecho lo vi como carrera. Siempre tuve una mirada rara, se me dieron las cosas de una manera diferente. Cuando empecé me gustó mucho y creía que lo más groso era lo muy raro, porque pensaba en la actuación y no en el cine. En la tele ni que hablar. Pensaba que lo más groso que me podía ocurrir era tener una compañía de teatro, que viajáramos por el mundo y nos fuera muy bien. Y como no tenía una compañía, tenía un dúo, una compañera, fue lo que hice, un dúo. Así mucho tiempo. Y después fue todo medio casual. Sólo de más grande fui a algún casting. Hice una película y después me dijeron directamente si quería hacer otra. Mismo la tele, alguien le habló de mí a Adrián Suar y fui a hacer un piloto porque me habían visto haciendo no se qué; me llamó para otro programa y de golpe me encontré haciendo cine, haciendo tele, algo que no me imaginaba para nada. Sí mis padres me hablaron de hacer una carrera, pero de otro tipo... (risas)

–Empezó en el humor, pero nunca se la vio como cómica, sí de roles graciosos, no de comediante...

–No siento que es algo que me falta, sino que es algo de lo que huí.

–¿Por?

–No sé. Podría haberme ido definidamente para ahí, porque de hecho empecé haciendo mucho humor y siento que ahí me manejo muy fácilmente. Pero me parecía que quizás el espacio que se le daba al humor era como falto de profundidad, como si el humor estuviera en la superficie y el drama en lo profundo. De hecho es algo que me gusta mucho de Javier: el humor tiene profundidad, eso para mí es de los buenos observadores. Entonces como que le huí a eso de ser cómico, todo el tiempo quería ser actriz.

–¿Temía que no la tomaran en serio?

–Con lo que uno arranca haciendo define mucho, entonces no quería arrancar como definidamente de ningún lado, quería que quede todo surtidito, y después voy eligiendo.

–¿Le sorpende cómo la reflejan los medios?

–Al principio, cuando empecé a actuar en la tele era rara, la palabra era rara. Todos los títulos. Las cejas raras, los ojos raros, la chica rara, es rara. ¿Por qué les parezco tan rara? No entendía. En un momento no me aguanté más. Y después tuve un segundo momento que me daba miedo, algo de las cejas, como que pereciera que estuviese enojada. Y ahora, que quizás estoy más grande, puedo entender qué es lo que ven de raro. Pero tampoco soy tan rara... (risas).

–¿Y le molesta que todos siempre digan que todo lo hace bien?

–Bueno, gracias. Es la posta... (risas). Disculpame tanta risa, pero es un halago y también una presión. El otro día me decían cuánta expectativa, la obra, el elenco, Javier, y sí. Javier, hablando de lo que había hablado con otro actor, me decía: “ahora se van a dar cuenta que es mentira que hacés todo bien”. Es lo primero que pensás siempre: “ahora se van a dar cuenta”. Que también está bueno porque te saca la presión, para pensar que si no sale tan bien no pasa nada.
Fuente: Diagonales

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